jueves, 9 de junio de 2011

Budapest... una ciudad, un sueño y un cumpleaños


Quienes me conocen desde hace años, sabrán que son muchas las cosas que hago y digo por que sí, sin que medien razones diferentes a un parecer, un gusto o una costumbre autocreada (convertida en disciplinada tradición). No beber, caminar, ponerle nombre a las cosas, seguir mis diarios, numerar generaciones de objetos (navajas, libros, etc.). Pequeñas cosas que terminan por hacerme inexplicablemente feliz. Así fue como empecé a querer y a añorar visitar Hungría (convirtiéndome hasta en 'hincha fiel' de su otrora poderosa selección de fútbol), y, de manera especial, quería conocer Budapest.
Una ciudad que recorrí decenas de veces a través de películas (¿recuerdan por ejemplo las tomas de la ciudad en una de las entregas de Misión Imposible?), libros (Cómo olvidar Budapest... uno de los mejores regalos que me han dado), fotografías y hasta en sueños. Razones de más que me motivaron (con el patrocinio de Maria Sierra), a ponerme como meta celebrar mis 30 años en medio del puente sobre el río Danubio que separa a Buda de Pest. Dos ciudades unidas gracias al esfuerzo de hombres y mujeres que se enfrentaron a la naturaleza, legándole a la historia una estructura en la que se funden la ingeniería y el arte. 
Sé muy bien que los 30 años no los pude cumplir en Budapest, pero como la terquedad es lo último que se pierde (después incluso que la fe), gracias a algunos 'pequeños ajustes' y no pocas carreras, logré llegar aún con 30 años a ese emblemático puente, para cumplir sobre él y las aguas del Danubio los 31. Una oportunidad de lujo para confrontar una teoría que me permitió estar tranquilo durante 11 meses y 29 días, al haber celebrado mi anterior cumpleaños en la que, para mí, era la ciudad más parecida a Budapest en todo Colombia: Mitú, Vaupes. Les comparto el veredicto:

martes, 7 de junio de 2011

Bratislava: Capital mundial del hockey sobre el hielo

Aunque cueste decirlo y creerlo, Bratislava fue elegida como nuestra puerta de entrada a Europa del este, por el simple capricho de un motor de búsqueda que nos ofreció el mejor precio de tiquetes entre Palma de Mallorca y algún punto cercano a Budapest. Cual no sería nuestra sorpresa al encontrarnos a una ciudad y un país volcados a las calles en medio de los festejos previos a la inauguración de un mundial de hockey sobre el hielo. Una feliz coincidencia que nos condenó a unirnos a los festejos, pero eliminó toda posibilidad de conseguir alojamiento en algún hotel u hostal a menos de 20 kilómetros de la ciudad... pasaríamos toda la noche en las calles de Bratislava.
Una vez desembarazados de las maletas, las cuales dejamos al cuidado de un funcionario que no hablaba inglés, ni francés y mucho menos español, pero que era todo un genio para la mímica, tomamos un destartalado tranvía que a una chirriante velocidad de 7 km/h, nos dejó en el centro de Bratislava. Una ciudad que lucía desierta y por la que apenas deambulaban algunos policías. Sólo el grito ensordecedor de una anotación, nos permitió entender que a esa hora Eslovaquia hacía valer su localía, venciendo a Eslovenia. ¡La fiesta comenzaba en toda la ciudad que se volcó a las calles en sólo un par de minutos! Nosotros mientras tanto pudimos ir a celebrar el toparnos por primera vez en nuestras vidas con el río Danubio.
Más allá de lo extraordinaria que puede ser una noche de celebración en una ciudad desconocida que se entregaba a las mieles del triunfo, Bratislava en medio de la noche nos dio la oportunidad de conocer seres fantásticos que pasaron a formar parte de nuestras historias, en medio de una noche que se alargaba entre derivas, fotos y cafecitos.

domingo, 5 de junio de 2011

Palma de Mallorca: primera etapa de un largo viaje

Europa es un continente en el que viajar es todo un placer... y un arte, si es que se quieren 'pescar' las mejores ofertas. Como primera medida, es necesario armarse de paciencia, valor, una calculadora y un buen mapa. Aquí la línea recta a ratos puede ser la peor opción y muchas veces el medio de transporte más 'pelle'... puede ser el más caro.
Así las cosas, aunque nuestro destino final era Budapest, nuestra primera escala terminó siendo Palma de Mallorca. Una isla que no por hacer parte del Archipiélago de las Baleares y, por ende, ser española; es imposible de comparar con los demás territorios peninsulares. Mucho más cuando colonias tan poderosas como la alemana han transformado sectores enteros de la isla en lugares en los que el castellano y las demás lenguas peninsulares, pasan a ser la segunda o tercera opción; y las 'catedrales góticas' están dedicadas al culto a la cerveza.
Después de una tranquila noche en un hostal y ya convencidos del fin de las clases (salimos en el avión apenas un par de horas después de presentar los avances en nuestros proyectos), un bus nos condujo al centro de Palma, ciudad capital del archipiélago y destacado eje del turismo internacional. Un laberinto de plazas, fortines, iglesias, callejones y escaleras, en medio de las cuales se puede apreciar la más variopinta colección de ofertas gastronómicas, comerciales, turísticas y artísticas; todas acompañadas de un clima que mucho dista de ser caribeño, pero que nos refrescó el ánimo tras semanas de duro trabajo.
Palma es turística y miles de turistas la recorren cada semana, tránsito que con fines de diversa índole se ha venido presentando desde antes de la era cristiana, como fruto de la importancia estratégica de esta isla, así como de los demás puertos de aguada y las fortificaciones que hicieron del Mediterráneo 'el centro de la tierra conocida'. Un mar que no por quedarse pequeño tras los viajes de los portugueses por África, y de Colón y Magallanes por el Atlántico y el Pacífico, perdió la importancia.
Es la historia la que se respira desde sus playas, así como son sus arenas las que esconden miles de relatos que sólo viajando a través de los libros y las tradiciones orales, es posible comenzar a hilar.