domingo, 13 de febrero de 2011

¡Estrenando 'nueva bicicleta vieja'!

 Después de mucho prometérmelo e inclumplírmelo, hoy pudo integrarse a mi inventario de bienes mi 'nueva bicicleta vieja'. La misma que espero que sea compañera de viajes y aventuras por esta ciudad en la que las ciclorutas cubren prácticamente toda su zona urbana, gozando de trato preferencial en la circulación sevillana.

Aunque sus frenos aún dejan mucho que desear y es urgente que pase por una 'revisión tecnomecánica' (no sea que me multen por emisión de gases... o por frenar con las botas), más que ir de compras, visitar el 'Charco de la Pava' fue toda una experiencia multicultural.

Para quienes viven en Medellín, puedo establacerles un paralelo con lo que se puede uno encontrar en el Bazar de los Puentes: computadores viejos, películas de Betamax, pedazos de carro (ojo... no se trata de repuestos... o al menos como se los imagina uno), cabezas de muñeca y demás baratijas, uniéndosele un mercado básico de frutas, verduras y alimentos a bajos costos y, para quienes saben escoger, buena calidad.

Como nuestro caso no era ese (lo único que conseguí fue un mango... y medio picho), nuestro paso por el mercadillo consistió en mirar y tratar de negociar bicicletas, a la par que veíamos y olfateábamos platos y bocadillos de múltiples nacionalidades. África, el mundo árabe, los países de este de Europa y andaluces vestidos a la vieja usanza (que sólo circulan por estos espacios), eran los dueños del lugar. Un parque que toma vida propia cada domingo, haciendo útil un sector de los miles de metros cuadrados que ocupan los antiguos pabellones de la Expo Sevilla 1992. Decenas de edificios abandonados o que sólo se ocupan para eventos especiales, pero que se tiene el proyecto de recuperar.

Lo cierto es que Sevilla está ahora 'en obra' y son cientos los espacios y las vías en las que se están adelantando trabajos de refacción. Esperemos que llegue el turno pronto para estas edificaciones o que, al menos, el comienzo de la primavera despierte de su aparente abandono a los que por un tiempo, fueron los mayores 'atractivos modernos' de una ciudad que se debe a su vieja arquitectura medieval.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Bilbao, la ciudad del año 3.000

 6 de enero de 2011
Salir de Bayonne fue más difícil que pasar la frontera. Unos peajes fueron los únicos testigos de un abrupto cambio en el que sin sellos ni preguntas, pasamos de hablar francés a entendernos entre nosotros en castellano, lo que no significa que los carteles de la carretera compartieran nuestro idioma. En el País Vasco el euskeda es la lengua oficial y tanto la radio como los carteles son los encargados de darnos a entender eso... lo que no significa que el castellano desaparezca. Todos te entienden por las calles y varias publicidades sirven de puente para los que nada comprendemos de la lengua vasca (no se parece ni al francés ni al 'español').

Una vez aparcados, que como les dije es uno de los asuntos más complicados por estos lares, comenzamos un recorrido por una ciudad que le ha apostado al modernismo y que se ha transformado a unos niveles que es posible que una persona nacida en ella, pero que no la haya visitado en 10 años, se pierda en medio de sus renovadas calles. 
 Uno de los edificios más emblemáticos de esta 'nueva Bilbao', es la sede del Museo Guggenheim. Un edificio que no deja ninguna duda acerca del contenido y que se convirtió en uno de los puntos de referencia obligada a la par de ser el eje articulante de una importante ronda que sirve para pasear y hacer deporte a nativos, turistas e inmigrantes en medio de una ciudad y una región que es reconocida en España como una de las más dinámicas y fuertes en materia económica.
 La fuerte apuesta que hicieron las administraciones para hacer de Bilbao una ciudad moderna, son visibles a cada paso. Aquí el arte, el urbanismo, los espacios públicos, la infraestructura y hasta los viejos edificios parecen jugar un rol determinado para hacer sentir a los que la visitan por primera vez, que el tiempo ha corrido de manera diferente en estas tierras. Sin embargo, la soledad de sus calles (habitadas por miles de carros estacionados) y los proporcionalmente pocos habitantes y turistas que circulan por estas megaestructuras, nos hacen pensar en obras que tal vez sobrepasan la escala de habitantes.
 Verdadero o falso, Bilbao es una ciudad más que interesante a la que hay que volver con mucho más tiempo. Un interesante ejemplo de cómo asumir abiertamente el tema de qué hacer con los cascos históricos que a veces termina en discusiones bizantinas (acompañadas casi siempre de nefastos ensayos y errores). Aquí decidieron recrearlo, dejando algunos trazos de él. Una apuesta arriesgada, pero que (aunque me den escalofríos), les salió bastante bien a los vascos.